La ciudad no quiere ser ciudad,
por eso conserva algunos árboles
y en ellos pajaritos,
que desde temprano cantan y vuelan con el viento de la tarde.
La ciudad quisiera volver a ser pueblo,
tener caminos de tierra
y en ellos volvamos a caminar lento,
sentarnos en las bancas de la plaza,
dejar el apuro,
pero ya es tarde,
para eso no hay tiempo.